sábado, noviembre 18, 2006

Exclusión Social y Estereotipos. Análisis de la Exclusión de ladrones de tienda por parte de guardias. (Parte 2)

Marco Teórico

Exclusión social

La palabra exclusión social no es neutra, sino que esta intrincada a un gran número de otros conceptos, significados, efectos, y aún más importante, a fenómenos sociales y económicos. Guarda en sí la posibilidad de un ejercicio retórico, la posibilidad de que su uso como concepto teórico vacío (Fleury, 1998) sirva a los intereses de ciertos discursos sobre los hechos sociales que trata de explicar. De ahí la necesidad de evaluar críticamente la introducción de dicho concepto a los análisis, evaluación que debe considerar la medida en que la invocación de la categoría de exclusión social y el significado especifico que se le dé, traba o limita las posibilidades de solucionar lo que el análisis trata de problematizar (Sen, 2000).

Según Brierbrauer (2000, citado en Morales y Huici, 2003) el termino exclusión social se refiere a “(…) practicas de los grupos mayoritarios o dominantes de la sociedad en virtud de las cuales los grupos minoritarios o dominados quedan fuera del alcance de las preocupaciones morales y la justicia de la población mayoritaria”. Otras definiciones ponen el acento en que la exclusión social es lo que sucede cuando las personas o grupos sufren por problemas ligados al desempleo, educación pobre, bajos ingresos, malas condiciones habitacionales, ambientes de alta criminalidad, mala salud y rompimientos familiares (CRISIS, 2003).

Por otro lado, Atkinson (1998) considera necesario establecer diferencias a la hora de hablar de pobreza, desempleo y exclusión social. La definición de exclusión social debería incluir tres elementos. Por un lado, la exclusión social es relativa dado que las personas son excluidas de una sociedad o grupo en un punto definido del tiempo. Además, la exclusión social es consecuencia de una delegación, dado que las personas pueden excluirse a sí mismas o excluir a otras. Finalmente la exclusión social dinámica, no solo es la exclusión efectiva y presente sino que incluye la falta de esperanzas en la situación futura. La postura de Atskinson (1998) es que si bien la pobreza y el desempleo pueden llevar a la exclusión social, estas no necesariamente la provocan.

Así se podría decir que la exclusión social se ha relacionado principalmente a los fenómenos de índole económica, y que uno de los esfuerzos que se han intentado realizar es separarla del concepto pobreza. Según Sen (2000) si se entiende la pobreza como una privación, esta se relacionará con el concepto de exclusión de dos formas: Una, que la exclusión social sería en si misma parte de la pobreza, como una privación de la capacidad de interactuar libremente con otros; Otra, que ser excluido podría implicar una privación de oportunidades.

Será necesario, entonces, distinguir qué rol jugaría la exclusión social en la pobreza, porque como observa Barry (1998), “la exclusión social puede ocurrir entre grupos que no son significativamente distinguibles uno del otro económicamente"(p.5). Si la exclusión social estuviera ligada directamente a la pobreza, a lo económico, esta se vería atenuada y desaparecería cuando desaparecieran las diferencias económicas entre los grupos, a menos que una variable distintiva mantuviera las barreras sociales.

Sen (2000) analiza la exclusión social desde una posición que enfatiza la noción de carencia, o privación, y distingue entonces una exclusión de importancia instrumental, y una exclusión de relevancia constitutiva. La primera, sería aquellos procesos importantes de considerar en la medida en que sus consecuencias causales implican problemas de privaciones sociales, mientras que la de relevancia constitutiva sería aquella exclusión social que es en sí misma una carencia.

Así, la utilización del concepto en el análisis social de fenómenos como la pobreza, estaría justificado en tanto pudiera identificarse una naturaleza causal o descriptiva de la exclusión social, en la explicación de dichos fenómenos.

Algunos autores son aún más críticos respecto a estas posturas. Se dice que la exclusión social es un concepto vacío desde el punto de vista teórico, por lo que hay que considerarlo en su dimensión político-estratégica. Según Fleury (1998) la exclusión social no solo debe referirse a la carencia de ciertos atributos para la inserción, a la falta de acceso a ciertos bienes, o a una condición de vulnerabilidad de ciertos grupos sociales, ya que ello supone que la exclusión es algo que los individuos poseen o no: “De alguna manera se trata de buscar un conjunto de características y/o atributos que limitarían la posibilidad de inserción de los individuos en el mercado, ya sea como productores o como consumidores” (Fleury, 1998).

De esta manera, habría que considerar la política que mantiene procesos de exclusión social, ya que la exclusión junto con el autoritarismo y el patrimonialismo serían las características definitorias de la relación Estado-Sociedad en Latinoamérica. Se consideraría la exclusión social como la negación de la ciudadanía, como el impedimento de gozar de los derechos políticos, sociales y civiles, según los derechos y deberes que condicionan la inclusión a la comunidad sociopolítica. Esto coincidiría en cierta forma con la postura teórica de Barry (1998) quien distingue «aislamiento social» (Social isolation), como el fenómeno de no-participación de un individuo o un grupo en las instituciones principales de la sociedad, mientras que la exclusión social se entiende como el subconjunto de casos en que ocurre «aislamiento social» por razones que están más allá del control de los sujetos involucrados. La exclusión social quedaría reservada para designar aquello que afecta a las personas que son invalidadas, incapacitadas, para participar en las instituciones sociales patrocinadas por la mayoría.
En la medida en que se entiende que la exclusión social es algo que afecta a las personas es pertinente hacer la distinción que hace entre exclusión activa y pasiva (Sen, 2000). La activa sería aquella consciente, intencionada, que es promulgada explícitamente, como por ejemplo, en políticas publicas que dificultan la inserción de los inmigrantes. La exclusión pasiva sería aquellos procesos que resultan pasivamente de un conjunto de circunstancias, sin volición inmediata en pos de la exclusión de un grupo o individuos pero que acaba por hacerlo.

La exclusión posee un fundamento político que se expresa en la no pertenencia a la comunidad, lo que puede estar codificado en el derecho legal, y que desde una lógica de invalidación e incapacitación para la participación, debería estar relacionada con procesos de normalización. Según Fleury (1998) la exclusión implicaría una normalización que separa a los individuos:
“La exclusión es un proceso relacional, definido por normas socialmente construidas que ordenan las relaciones sociales y vuelven los comportamientos previsibles, aunque esas normas estén o no formuladas de manera legal. Dado que la ciudadanía requiere una legalización de la igualdad, la exclusión es un proceso que regula la diferencia como condición de no inclusión”.

La autora establece que entonces la exclusión sería un fenómeno cultural y social cuyos mecanismos se basarían en el carácter de la diferencia, lo que la distinguiría de la desigualdad como fenómeno socioeconómico. La exclusión además de despojar la ciudadanía de los individuos, invalidaría su dimensión humana y les impediría realizarse como sujetos de sus procesos sociales. Según Barry (1998) la exclusión social implicaría la violación de las demandas de justicia de una minoría, que genera desigualdad de oportunidades y está asociada a una incapacidad para participar efectivamente en política.

La constitución como sujetos de acción política pasa necesariamente por la discursividad, por el apropiarse del discurso para decirles cosas a otros y poder actuar, en un orden simbólico relacional, constituido por estos actos y palabras. Allí los medios de comunicación tomarían un papel fundamental como “poderosos instrumentos de exterminio simbólico de grupos enteros de la población” (Fluye, 1998), al asociar, por ejemplo, la aparición de los pobres a situaciones de violencia, y al promover la creación y difusión de las normas de exclusión. Materialmente la exclusión se expresaría en la prohibición urbanística y arquitectónica de ciertos lugares de consumo para el ingreso de los excluidos.
Fleury (1998) concluye:

“En resumen, la exclusión es un proceso cultural que implica el establecimiento de una norma que prohíbe la inclusión de individuos, grupos y poblaciones en una comunidad sociopolítica. De esta forma, los grupos excluidos están, en general, imposibilitados de participar de las relaciones económicas predominantes –el mercado, como productores y/o consumidores– y de las relaciones políticas vigentes –los derechos de ciudadanía.”
Pero no debe olvidarse que donde hay poder hay resistencia, y por ello la exclusión social siempre guarda una cara emancipadora, que implica la posibilidad de constitución de nuevos actores sociales y nuevas formas de reivindicación de la ciudadanía.

Teniendo en cuenta lo expuesto anteriormente, sería necesario exponer, para los fines prácticos de esta investigación, los síntomas de exclusión social referentes a la vida cotidiana expuestos por Optow (1990, citado en Morales y Huici, 2003):

Pensamiento grupal: Proteger la unidad del grupo y aislar aquellos componentes que puedan poner de manifiesto las convicciones erróneas.
Ideologías trascendentes: El propio grupo como algo moralmente positivo, aunque sus conductas sean perjudiciales para otros.
Desindividualización: Anonimato en el conjunto grupal, que debilita la capacidad de seguir el propio código moral.
Impregnación moral: Adoptar estándares del grupo, renunciando a los propios.
Distancia psicológica: Objetivación de los otros, insensibilidad a su presencia.
Orientación técnica: Enfocar el daño como rutinización, como mecánica sin consecuencias perjudiciales.
Eufemismos: Enmascarar la conducta perjudicial para dotarla de respetabilidad.
Desplazamiento de la responsabilidad: Se asume un modo de comportamiento, que no se asumiría, porque se sabe que una autoridad superior puede asumir la responsabilidad.
Difusión de la responsabilidad: La conducta dañina fragmentada diluye la responsabilidad.
Glorificación de la violencia: La violencia se presenta como una actividad noble y elevada.
Normalización de la violencia: La conducta violenta se entiende como algo cotidiano, y que la sociedad acepta voluntariamente.

Nos interesan estos síntomas en la medida en que “desempeñan el papel de estrategias útiles para la realización de determinadas actividades” (Morales y Huici, 2003, p. 518). Para el objeto de esta investigación, se tratara de identificar dichos síntomas en el comportamiento y discurso de los guardias de supermercados, para poder establecer la existencia de prácticas de exclusión social u otras prácticas discriminatorias.
César Castillo V.
Felipe Grez M.
Mauricio Mardones S.
Rabindranath Riquelme L.

1 comentario:

El Hispano dijo...

(Este es un trabajo en construcción, es un avance del marco teórico de la investigación). Santiago, Octubre 2006

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